Objetos que emocionan el alma. Proyectos que nos hacen soñar.
Hubo un verano en nuestra vida. Un verano bajo la luz del sol, los colores exuberantes, los aromas florales y los sabores almibarados. Un verano de recuerdos inocentes, de aventuras, de diversión.
Veranos vividos cuando teníamos energía infinita para jugar, para explorar, para reír. Saltando muros, brincando sobre las piedras del río, andando descalzos sobre la hierba o imaginando caras entre las nubes.
Un proyecto siempre ha de guiarse por un hilo conductor. Todas esas sensaciones y emociones de los veranos de nuestra infancia vuelven con la fuerza de una ráfaga de frescura y alegría. La mesa Picnic Garden remueve recuerdos y fantasías, apelando a los veranos inolvidables que recordamos con cariño y nostalgia.
El regreso a aquellos lugares donde fuimos otros, es de gran ayuda cuando decoramos un espacio. La nostalgia siempre queda anclada a un escenario concreto. Nuestros sitios, nuestro pasado, nuestros recuerdos se activan en una mezcla de regocijo y añoranza.
Los objetos tienen las propiedades que nuestra imaginación quiera otorgarles. Es así como una mesa deja de ser un mueble meramente funcional y se convierte en un objeto significativo, capaz de recrear la plácida cotidianidad de los largos días en el campo.
Cosas que no son solo cosas. Objetos que dejan de ser meros objetos y pasan a ser mucho más, que guardan un relato de aquellos veranos familiares en los que fuimos felices, que nos traen de nuevo las risas, bulliciosas, eternas, como entonces.
El diseño es función y forma, la capacidad de imaginar y crear. Buscamos que cada pieza cuente una historia, adoramos los proyectos que nos dejan sin aliento, rendimos culto al gran diseño y al interiorismo que logra ilusionarnos día a día.